diumenge, 11 de maig del 2008

Mayo de 68 sigue vivo en boca de su mayor detractor

El 20 de marzo de 1968 un grupo de 142 jóvenes estudiantes, liderados por Daniel Cohn-Bendit, se manifestaron en la universidad de Nanterre en contra de la guerra de Vietnam y en contra de la regla que prohibía entrar a las estudiantes en las residencias de los chicos. Los movimientos que se produjeron a raíz de esta protesta llevaron a los administradores a cerrar la universidad y a abrir un expediente a los líderes del movimiento estudiantil. El 3 de mayo la policía irrumpía en la Sorbona donde un grupo de 300 jóvenes se reunía en solidaridad con sus compañeros. Siete días después Cohn-Bendit llamaba al levantamiento a 30.000 personas que tomaron el barrio Latino de Paris. Hoy se cumplen 40 años de aquella fecha. Junto con los estudiantes, los sindicatos convocaron una huelga general. Ocho millones de personas dejaron durante dos semanas sus puestos de trabajo. En un acto simbólico los manifestantes arrancaban los adoquines para hacer parapetos. Bajo ellos, decían, se encontraba la playa. La utopía era posible.
Los motivos de este levantamiento eran múltiples: el imperialismo estadounidense, el gaullinismo, el capitalismo… En general todas las formas de autoritarismo. Incluso aquellas de la izquierda anquilosada se ponían en duda. Era una revolución contra las costumbres, la ortodoxia y el autoritarismo y a favor del relativismo. La revolución no terminó de triunfar. La derecha siguió gobernando Francia durante 13 años. Pero del ideario del 68 se desprenden el reconocimiento de derechos como la libertad sexual, la de las mujeres, la educación continuada, etc.
Nicolas Sarkozy en su campaña de 2007 prometía terminar con la anarquía que se vivía en la periferia de la capital francesa con mano de hierro. Para él todos sus ideales eran herederos de Mayo del 68. Ideales que había que erradicar. En un principio parecía que sólo quería restarle votos al candidato ultraderechista Jean-Marie Le Pen. No se trataba sólo de eso. La del 68 es una filosofía contra la que luchan ahora todos los fundamentalismos, tanto el Vaticano como Bush o como los islamistas. Sarkozy es el mejor ejemplo de ello. Hace unos días frente a sus fieles reafirmaba lo nocivo de ese movimiento. Pese a que la revolución murió en menos de un mes sus ideas siguen viviendo. Aunque sólo sea en boca de su mayor enemigo.