dissabte, 10 de maig del 2008

Ciclón de reponsabilidad

Myanmar vive estos días uno de los peores episodios de su historia. El Tifón Nagris ha arrasado su orografía dejando tras de sí 22.000 muertos y 40.000 desaparecidos. Cifras que podrían alcanzar los cien mil cadáveres si en los próximos días no se trata de poner remedio a la precaria situación de esta región birmana. Las noticias del número de fallecidos y desaparecidos han provocado que occidente se lleve las manos a la cabeza. Hoy la ONU continúa sus gestiones para poder ayudar a los supervivientes. Ofrece ayuda y personal experimentado para paliar el efecto del Nagris. La junta militar birmana, encabezada por Than Shwe, cierra sus fronteras a los expertos de occidente. La ayuda se acumula en Bangkok. Birmania vive sumido en el régimen militar desde 1962. El secretismo de fronteras para adentro es lo que impide a quien gobierna permitir que expertos de la ONU se paseen por sus tierras estudiando la situación y, quién sabe, apoyando una revuelta popular en contra del ejército. El ciclón no sólo ha levantado la tierra y los cimientos de Myanmar sino la tiranía imperante desconocida por los ciudadanos de a pie, los occidentales, que vieron en sus pantallas algunas imágenes de manifestaciones y tiroteos el año pasado. Ahora todo son prisas. La ONU intenta hacer entrar en razón a la junta Birmana haciéndole responsable de los muertos que están por llegar. El ejército ha llevado a cabo un referendo que les otorgará un gran poder en el congreso y, por ende, la perpetuación de su sistema. ¿acaso no es evidente que llevar al pueblo a las urnas en un estado sin derecho no es un paso hacia la democracia, tal y como vendía la Junta? ¿dónde estaba la ayuda occidental cuando el pueblo birmano escogió legítimamente a Aung San Suu Kyi y el ejército no tuvo en cuenta los resultados? Sí, es cierto. En 2007 Gambari, enviado especial de la ONU, se reunió con la Junta y con la líder de la oposición Suu Kyi (que lleva 20 años de arresto domiciliario). Incluso tuvimos a bien, nos, pueblo avanzado, otorgarle un Nobel de la Paz. Pero todo sigue igual. Si jugamos a ser dioses, a señalar con el dedo, a ayudar cuando se nos necesita, a castigar y a premiar no tenemos derecho a la hipocresía. Sí, a Shwe no le importa ver morir a unos miles de personas más para perpetuar su poder. 22.000 muertos se los ha llevado la madre naturaleza. 44.000, que pueden llegar, la madre patria. ¿Sobre cuántos de ellos somos nosotros, semidioses occidentales, responsables?
Rubén González